Thursday, November 1, 2012

El Saucito y la tristeza prestada.




Ése lugar que se ve en la foto es el cementerio del Saucito, en San Luis Potosí. Es un lugar, en mi opinión, tan peculiarmente feo, que llega a tener su propia belleza. Se está quedando sin espacio, algunas tumbas están prácticamente encima de otras. El piso es de tierra, quiero decir sin pasto, en la casi totalidad del lugar. Pasan en bicicleta muchachos encargados de transportar botes con agua, para las flores, supongo. Pasan haciendo su ruido natural de bicicleta sobre piedras y, aunque sea mediodía, es bien tétrico. Bien serenamente tétrico. 

Se nota en muchas tumbas el descuido, el abandono. O la pobreza. Tiene varias secciones, distintas unas de otras. Están por ejemplo las "tumbas familiares", o no sé cómo las llamen exactamente. Algunas de ellas son verdaderos mini-monumentos de lujo arquitectónico, donde te puedes topar con uno que otro personaje histórico o celebridad local. Y su esposa y allegados.

Pero la sección que me rompe el corazón es particularmente ésa de la foto, la sección de los niños. Toda un área llena de crucecitas, de diminutivos y rehiletes que giran aunque el viento sea levísimo, de jueguetitos desteñidos por el sol. De fechas demasiado cortas: seis meses, dos días, tres años. ¿Quién diablos podría soportar ver morirse a alguien de tres años?

Los versículos bíblicos repetidos. Cartas, mensajes en piedra. Verdaderos mini-mausoleos con toques de originalidad; hechos con escuincles en la mente, pintados como castillitos azules o rosas, con personajes de Disney y Hombres Araña chuecos. Globos y más juguetes y guirnaldas rotas y angelitos despintados por el tiempo. Nombres. Muy contadísimas fotos. Nombres de personitas que recibieron como último regalo de su papá y su mamá un mausoleo con caricaturas. 

Podría retar a cualquiera a que se pasee por ésa área y no sienta ganas de llorar. Caminen leyendo los nombres, despegándose la hierba seca del pantalón. Si quieren darle un efecto más severo y llorar de verdad, pues no sé, escuchen en el iPod alguna canción triste. Puede ser, yo qué sé, "Tears in Heaven" o "Fields of Gold", pero éso es muy extranjero. Otra opción es buscar una canción local para darle la sensación de mexicanidad y aludir al Día de Muertos que es hoy. Si quieren algo verdaderamente triste, hay una tal Claudia "Tonana" Martínez que tiene una canción como que oaxaqueña (a mí me suena muy "del sur") específicamente dedicada a un niño fallecido, y que es demasiaaado innecesariamente desgarradora. Si alguien logra pasearse por ese lugar escuchando esa canción y no siente tantitas ganas de echarse a chillar, en verdad tiene el corazón hecho de hígado encebollado con ajos fritos. 

Cuento todo ésto, no por seudo depresión caguengue innecesaria, claro que no. Antes de venir a vivir al extranjero, me sentía yo nerviosa, ansiosa, cargada de energías raras. Normal, me imagino, para quien está a punto de dejar su país por un buen rato. A veces siento que el llorar por algo me deja limpia, más nueva, más liberada. Si estoy triste por algo en particular, funciona; y si no, también funciona. Así que fui una mañana de domingo al Saucito, el día antes de irme, me paseé por el lugar, escuché la canción y dejé que me sacudiera la tristeza prestada de muchas madres y muchos padres que un día tuvieron que caminar entre estas tumbas con un dolor que yo no me puedo ni imaginar. 

Es egoísta de mi parte, pero funciona. No soy tan soberbia como para pretender decir que "me imagino" lo que estará sintiendo un padre o madre que trae a su niño aquí. No puedo ni imaginármelo. No quiero ni imaginármelo y ojalá que la vida nunca, nunca nunca me ponga en ese lugar. Por eso son sólo lágrimas prestadas que yo simplemente uso como ritual de higiene emocional. No es más que eso. No siento tristeza, simplemente me hace bien tomar la ajena en algunas raras, contadas ocasiones, porque después, al salir de ahí, me siento sentimentalmente limpia. 
Me dan ganas de sonreír tan sólo de agradecimiento de que nunca he sentido algo así. Me dan ganas de sonreír porque la tristeza que siento en éste lugar no es propia. Sonrío porque estoy teniendo la oportunidad de vivir fuera, estudiando algo que siempre quise, libre de muchas cosas. Viendo volar el globo. Gracias Universo porque no he sentido nunca lo que sintieron ésos padres.  


Claro que tengo mi gente que se me ha ido, gente muy querida; pero hasta ahora ninguno ha emprendido el último viaje a una edad infantil. La más nueva de mis personas espirituales es Doña Rebe, la querida mamá de una querida amiga a quien desde hace tiempo le tenía pensado escribir alguna pequeña cartita de memoria, pero mi limitado tiempo (prestado también) de estudiante ha sido la nueva excusa. Perdón Doña Rebe. Aquí queda la constancia de que pienso en usted y de que la quiero mucho. Allá en otro Universo usted ya está libre de los dolores gachos que le tocaba aguantar de éste lado. Siempre me acuerdo de las primeras veces que fui a visitarla a su casa y de cómo le gustaba la compañía de todo el mundo... de la vez que le fui a comprar una torta de lomo a los locales de afuera del departamento... y de la otra vez que tuve la oportunidad de bajar a comprarle también la medicina porque la pierna le estaba doliendo horrendamente. Siempre con su cigarro, con su fortaleza y sus bromas. Ojalá yo sea la mitad de fuerte que usted cuando me toquen los reveses de la vida. Y por cierto, nunca tuve oportunidad de decirle que la primera vez que oí su voz por teléfono, se me figuró que era una voz igualita a la de Chabela Vargas.  
=)

1 comment:

  1. Caudilla...eres genial. Admiro tu forma de expresar tus sentimientos...emociones, sensibilidad pero a la vez aceptacion de la realidad...Admirable! V.A.M.

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