Decidí
que la palabra “merecer” me parece una de las más huecas y estériles del idioma
español y en realidad de cualquier idioma. Creo la palabra “merecer” sólo tiene
significado real y concreto si hablamos de un contexto estrictamente
reglamentado o legislado; por ejemplo un deporte o la impartición de justicia.
Si un equipo mete más goles entonces “merece” ser el campeón; en el basquetbol
algunos tiros “merecen” más puntos que otros; y quien robe o defraude “merece”
un castigo legal. Sólo en esos contextos la palabra puede significar algo realista.
Porque,
veamos, ¿en qué otro contexto tiene trascendencia real esta bendita palabra?...
En todos los demás se tratará casi siempre de un juicio de valor, una opinión
subjetiva; o en el mejor de los casos, un deseo moral o una aspiración de
justicia social (o de cualquier otra índole), un anhelar o apelar al karma. Es
una palabra que aparece en frases como por ejemplo, si digo que “ningún niño
merece perder a su padre”. Es cierto, creo que todos estamos de acuerdo en que
ningún niño lo merece. ¿Pero quién hace esa justicia? ¿Quién se encarga de que
esas cosas en verdad sucedan o no?... Y por supuesto habrá contextos donde el
significado de “merecer” quede mucho menos claro o sea sujeto a mucha más
controversia. Una cosa es decir que ningún niño “se merece” ser huérfano, pero
otra distinta es decir que todos los niños “merecen” tener los mejores
juguetes. Luego hay hasta comerciales que pretenden hacerme creer que “me
merezco” el mejor shampoo del mundo… O sea pero, ¿lo “merezco” según quién?
¿Según las leyes de cuál estado, el juicio justo de cuál deidad o las reglas de
cuál deporte?... Supongo que la confusión surge porque la palabra “merecer” la
usamos por igual para referirnos a veces a derechos y a veces a privilegios (¡y
a veces a castigos, kármicos o no!).
¿Realmente “se merece” alguien algo que no es esencial para su supervivencia,
ni para su bienestar emocional? ¿Y quién decide cuál es la frontera exacta
entre derechos esenciales y privilegios vanos? ¿A cuántas personas no conoces
tú, que han tenido en esta vida muchísimo menos o muchísimo más de lo que a tu
juicio “se merecen”?... Ahora bien: los deseos morales, las aspiraciones de
justicia, los anhelos y llamados al karma no tienen nada de malo, nos hacen humanos;
con ellos construimos nuestra moral propia y con ellos vamos por esta vida
tratando de hacer el bien al modo como mejor lo entendemos. Pero eso no le
quita lo subjetivo y endeble a la palabra.
“Merecer” me parece una palabra especialmente hueca si se habla de
relaciones sentimentales. Mucha tinta se derramó en la blogósfera gringa
después de los ataques asesinos del misógino y pedante chico Elliott Rodger
contra mujeres y hombres; a ellas porque le habían negado el sexo y noviazgos y
felicidad que él “se merecía”, y a ellos porque lo ponía rabioso ver a otros hombres
“tener” a mujeres que “no se merecían”. Esa tinta ponderó a morir sobre el
sexismo, la “objetificación” de las mujeres; y lo que los gringos llaman “la
cultura del entitlement”, término que
desgraciadamente no tiene un buen equivalente en español. “Entitlement” significa precisamente, asumir que uno se merece algo, que cierta cosa es su
“derecho”. Y descubrieron con pavor que millones de chicos, adolescentes y
hombres – pero yo en el fondo sé que también muchas mujeres – están acercándose
a las relaciones amorosas con la mentalidad de “yo merezco”. Soy el héroe de mi
película y por lo tanto, merezco a la chica o chico trofeo. Eso es
completamente tóxico. ¿Quién no ha oído frases como “te mereces a un hombre así
o asá”, o “él merece casarse con una mujer muy buena”?... A ambos sexos nos
haría bien si un día nos llegara la claridad de que nadie nos merece. Querido,
querida, nadie “te merece” porque tú no eres un objeto, eres una persona y no un
elemento de utilería en la película de alguien más. Pero tú tampoco “te
mereces” a nadie, porque nadie “te debe” a su persona como premio por ser tan
buen@ y guap@. Todos los demás tienen sus propios deseos, anhelos y decisiones
que no tienen qué ver contigo, y que pueden o no encajar con tu vida y tus
planes. El amor es simplemente algo que cada quien decide libremente dar o no
dar a alguien más, y no hay árbitro cósmico que esté contando los puntos. Puede
haber quien piense que tú te mereces una relación sentimental buena o terrible,
pero hay tres problemas: 1) Es un juicio subjetivo y personal, 2) No hay
ninguna autoridad kármica que pueda garantizar que eso suceda y 3) Podrás
“merecer” una relación como cosa abstracta – siempre en la subjetiva opinión de
alguien –, pero no puedes “merecer” a una persona concreta porque eso sería
verla como un objeto que existe para tu premio o castigo. Claro que hay altas
probabilidades de que uno llegue a donde su camino de crecimiento personal y de
intercambio afectivo con otros le lleve; pero de ahí a declarar que alguien “se
merece” una relación o “se merece” a otro, media un enorme abismo de
entendimiento y de madurez.