Thursday, August 7, 2014

Nadie te merece

(Mi contribución a la Revista Mujeres, edición Septiembre 2014).

Decidí que la palabra “merecer” me parece una de las más huecas y estériles del idioma español y en realidad de cualquier idioma. Creo la palabra “merecer” sólo tiene significado real y concreto si hablamos de un contexto estrictamente reglamentado o legislado; por ejemplo un deporte o la impartición de justicia. Si un equipo mete más goles entonces “merece” ser el campeón; en el basquetbol algunos tiros “merecen” más puntos que otros; y quien robe o defraude “merece” un castigo legal. Sólo en esos contextos la palabra puede significar algo realista.
Porque, veamos, ¿en qué otro contexto tiene trascendencia real esta bendita palabra?... En todos los demás se tratará casi siempre de un juicio de valor, una opinión subjetiva; o en el mejor de los casos, un deseo moral o una aspiración de justicia social (o de cualquier otra índole), un anhelar o apelar al karma. Es una palabra que aparece en frases como por ejemplo, si digo que “ningún niño merece perder a su padre”. Es cierto, creo que todos estamos de acuerdo en que ningún niño lo merece. ¿Pero quién hace esa justicia? ¿Quién se encarga de que esas cosas en verdad sucedan o no?... Y por supuesto habrá contextos donde el significado de “merecer” quede mucho menos claro o sea sujeto a mucha más controversia. Una cosa es decir que ningún niño “se merece” ser huérfano, pero otra distinta es decir que todos los niños “merecen” tener los mejores juguetes. Luego hay hasta comerciales que pretenden hacerme creer que “me merezco” el mejor shampoo del mundo… O sea pero, ¿lo “merezco” según quién? ¿Según las leyes de cuál estado, el juicio justo de cuál deidad o las reglas de cuál deporte?... Supongo que la confusión surge porque la palabra “merecer” la usamos por igual para referirnos a veces a derechos y a veces a privilegios (¡y a veces a castigos, kármicos o no!). ¿Realmente “se merece” alguien algo que no es esencial para su supervivencia, ni para su bienestar emocional? ¿Y quién decide cuál es la frontera exacta entre derechos esenciales y privilegios vanos? ¿A cuántas personas no conoces tú, que han tenido en esta vida muchísimo menos o muchísimo más de lo que a tu juicio “se merecen”?... Ahora bien: los deseos morales, las aspiraciones de justicia, los anhelos y llamados al karma no tienen nada de malo, nos hacen humanos; con ellos construimos nuestra moral propia y con ellos vamos por esta vida tratando de hacer el bien al modo como mejor lo entendemos. Pero eso no le quita lo subjetivo y endeble a la palabra.




Merecer” me parece una palabra especialmente hueca si se habla de relaciones sentimentales. Mucha tinta se derramó en la blogósfera gringa después de los ataques asesinos del misógino y pedante chico Elliott Rodger contra mujeres y hombres; a ellas porque le habían negado el sexo y noviazgos y felicidad que él “se merecía”, y a ellos porque lo ponía rabioso ver a otros hombres “tener” a mujeres que “no se merecían”. Esa tinta ponderó a morir sobre el sexismo, la “objetificación” de las mujeres; y lo que los gringos llaman “la cultura del entitlement”, término que desgraciadamente no tiene un buen equivalente en español. “Entitlement” significa precisamente, asumir que uno se merece algo, que cierta cosa es su “derecho”. Y descubrieron con pavor que millones de chicos, adolescentes y hombres – pero yo en el fondo sé que también muchas mujeres – están acercándose a las relaciones amorosas con la mentalidad de “yo merezco”. Soy el héroe de mi película y por lo tanto, merezco a la chica o chico trofeo. Eso es completamente tóxico. ¿Quién no ha oído frases como “te mereces a un hombre así o asá”, o “él merece casarse con una mujer muy buena”?... A ambos sexos nos haría bien si un día nos llegara la claridad de que nadie nos merece. Querido, querida, nadie “te merece” porque tú no eres un objeto, eres una persona y no un elemento de utilería en la película de alguien más. Pero tú tampoco “te mereces” a nadie, porque nadie “te debe” a su persona como premio por ser tan buen@ y guap@. Todos los demás tienen sus propios deseos, anhelos y decisiones que no tienen qué ver contigo, y que pueden o no encajar con tu vida y tus planes. El amor es simplemente algo que cada quien decide libremente dar o no dar a alguien más, y no hay árbitro cósmico que esté contando los puntos. Puede haber quien piense que tú te mereces una relación sentimental buena o terrible, pero hay tres problemas: 1) Es un juicio subjetivo y personal, 2) No hay ninguna autoridad kármica que pueda garantizar que eso suceda y 3) Podrás “merecer” una relación como cosa abstracta – siempre en la subjetiva opinión de alguien –, pero no puedes “merecer” a una persona concreta porque eso sería verla como un objeto que existe para tu premio o castigo. Claro que hay altas probabilidades de que uno llegue a donde su camino de crecimiento personal y de intercambio afectivo con otros le lleve; pero de ahí a declarar que alguien “se merece” una relación o “se merece” a otro, media un enorme abismo de entendimiento y de madurez.